La Enseñanza de Cafh llama Plan de Evolución Universal al esquema divino que rige la vida en
cumplimiento de su finalidad. El Plan de Evolución Universal se desarrolla por etapas y la Idea
Madre es la finalidad particular que los seres humanos tenemos que realizar en cada una de
estas etapas. La Idea Madre es, entonces, propia de cada ciclo de desenvolvimiento y establece
el caudal de posibilidades que todos los seres humanos tenemos en cada ciclo.
Haciendo una analogía que nos ayude a comprender estos grandes conceptos cosmológicos y
ontológicos, podríamos decir que, de la misma manera que un país tiene un proyecto de
desenvolvimiento económico, social y político que lleva a sus ciudadanos a desarrollar
objetivos comunes, así el desenvolvimiento humano en su totalidad tiene una fuerza impulsora
que llamamos la Idea Madre,
Todos los seres humanos, conciente o inconcientemente, en forma positiva o negativa,
participamos de la realización de la Idea Madre. Si bien es cierto que aprendemos más de
nuestros errores que de nuestros aciertos, la gracia divina nos asiste con la intervención de
grandes seres que impulsan la realización de la Idea Madre y aceleran los procesos de
desenvolvimiento.
El Plan de Evolución Universal es impulsado por seres a los que llamamos Iniciados. Todos
ellos intervienen en la asistencia, el progreso y la evolución de la humanidad. De acuerdo con
su labor, se los puede agrupar en tres categorías:
La primera categoría es la de los Iniciados Solares.
La segunda categoría es la de los Iniciados Lunares.
La tercera Categoría es la de los Iniciados del Fuego.
Los Iniciados Solares intervienen en los destinos fundamentales de cada ciclo del
desenvolvimiento humano. Ellos proyectan la Idea Madre sobre los seres humanos con tal
fuerza que éstos la siguen desde su comienzo hasta su fin. Tanto el planeta Tierra como todos
los seres humanos estamos impregnados de la gracia y la protección de los Iniciados Solares.
Ejemplos de Iniciados Solares son Manu Vaivasvata, Abraham, Krishna, Buda, Jesús y
Mahoma.
Los Iniciados Lunares asisten en el desenvolvimiento de los distintos sectores de la humanidad.
Son los guías de las religiones, filosofías, naciones y organizaciones. Ellos dan forma a la Idea
Madre impulsada por los Iniciados Solares. Ejemplos de Iniciados Lunares son Moisés, Platón,
María, madre de Jesús, Francisco de Asís y Mahatma Gandhi
Los Iniciados del Fuego intervienen en la asistencia individual a los seres humanos. Estimulan
su adelanto espiritual y los capacitan para cumplir la obra que han de efectuar en el mundo. Si
bien los Iniciados del Fuego no siempre se destacan públicamente y su obra pasa inadvertida,
son los Iniciados que están más cerca de los seres humanos. Guían provechosamente a las
almas hacia su desenvolvimiento interior; las impulsan a esforzarse para conocer su vocación y
cumplir su destino. Su labor es más bien individual que colectiva. Los Iniciados del Fuego se
encuentran, por ejemplo, entre los místicos, los artistas, los santos, los exploradores y los
científicos.
Los miembros de Cafh estamos auxiliados por las tres categorías de Iniciados, a quienes damos
el nombre de Maestros.
La mayoría de los Maestros que asisten a Cafh pertenecen a la categoría de los Iniciados del
Fuego; nos asisten para que podamos realizar nuestra mística de participación con los seres
humanos y de unión con lo divino.
La Idea Madre, en esta etapa del desenvolvimiento humano, nos impulsa a desarrollar medios
propios –la voluntad, la razón, la experiencia individual y colectiva— con el fin de tomar
conciencia tanto de lo universal como de lo particular, de la realidad cósmica como de la
cotidiana, del amor por todos los seres como por uno mismo; todo esto sin desechar ningún
aspecto de la vida, y con nuestro objetivo último de unión con lo divino siempre presente. Es
decir, la Idea Madre nos impulsa a armonizar los valores que promueven el adelanto personal
con los valores universales, expresados en actitudes y acciones, que nos conduzcan hacia la
unión con lo divino, nuestro fin último
Algunos de los valores que promueven el adelanto personal son la voluntad, la responsabilidad,
la inteligencia y el trabajo. Algunos de los valores que impulsan hacia la unión divina son la
empatía, el amor y la conciencia.
La armonización de estas dos categorías de valores desenvuelve la capacidad creativa, la
voluntad de acción desinteresada y el dominio de uno mismo, los cuales toman primacía sobre
el deseo de poseer, de ganar para el propio beneficio y de ejercer dominio sobre otros. Esta
actitud ante la vida es la base de una labor mancomunada para expandir la conciencia.
¿Por qué el desarrollo personal no es un fin sino un medio?
Porque a pesar de que poder ejercer la voluntad propia es una gran conquista personal y
colectiva, no nos basta para saber quiénes somos, hacia dónde vamos ni qué ocurre después de
la muerte. Tampoco nos da respuesta acerca de cuáles son nuestros objetivos últimos. ¿Qué
dirección dar a la voluntad si no sabemos cuál es nuestro destino final?
Porque a pesar de desarrollar la capacidad racional para descubrir y entender, paulatinamente,
el mundo que nos rodea y estimular la introspección, el auto-análisis, la experiencia y la
reflexión, tampoco la razón responde satisfactoriamente a los interrogantes existenciales.
Porque a pesar de que seguimos tanto los pasos de la experiencia personal como los de la
humanidad en su conjunto para expandir los sentimientos y lograr puntos de vista más amplios,
nuestra condición humana actual es siempre proclive a generar sufrimiento y a olvidar que
somos parte de una realidad mucho mayor y que nuestro destino es unirnos a todos los seres
humanos y a lo divino.
Porque el espectro de la ceguera del individualismo, el dolor que trae aparejado el egoísmo, el
sinsentido de una vida sin horizontes universales, pueden esconderse detrás de la voluntad más
férrea, de la razón más aguda y de la experiencia más variada e interesante.
Los medios propios no bastan para mantenernos alertas sobre nuestra situación en la vida. Estos
medios por sí solos están lejos de otorgarnos conciencia profunda y permanente de nuestra
pertenencia al cosmos, de nuestro destino de unión con lo divino.
¿Con qué otro bien contamos? ¿Cuál es el punto de inflexión en el que nuestro estado de
conciencia limitado y personalista se conecta con la percepción del propio destino? El punto de
inflexión es la fe en nuestro destino de unión divina, base y sustento de la vocación espiritual.
La vocación espiritual, esa fuerza interior que nos estimula a desenvolvernos, es lo que nos
mantiene conscientes y nos impulsa a realizar la Idea Madre; se manifiesta en el esfuerzo que
realizamos para sobreponernos a las limitaciones de nuestra condición actual.
La vocación espiritual nos ayuda a no limitarnos en una visión personalista y nos impulsa, una
y otra vez, a recordar nuestra pequeñez y nuestra pertenencia al cosmos. Por eso la llamamos
vocación de renuncia. Esta vocación hace que, a pesar de las limitaciones personales,
encontremos el camino hacia la unión divina.
Cafh participa en el cumplimiento de la Idea Madre aportando la Mística del Corazón para que
el ser humano logre un estado de egoencia. El estado de egoencia es la resultante de la
actualización de la Idea Madre en la vida de cada alma.
La palabra egoente tiene dos componentes: ego, del latín ego: yo, y ente, del latín entis: ser.
Podríamos decir que el ser humano egoente conjuga su individualidad única, irrepetible, con su
destino de unión con lo divino. La egoencia es el resultado de la armonización de los valores
que promueven el adelanto personal con los que promueven las actitudes y acciones que nos
conducen hacia la unión con lo divino.
La Mística del Corazón es una actitud, un punto de vista, un sentimiento, un pensamiento
centrados en el destino de unión con lo divino, manifestados en una acción consecuente.
Es por ello que decimos que la mística del corazón cultiva nuestra conciencia de unión con
todas las almas y centra los movimientos emocionales y los pensamientos en el bien común,
apartados del egoísmo y de la mezquindad de espíritu. La quietud interior resultante, a su vez,
profundiza aún más nuestra conciencia de unión.
La misión de Cafh es primordialmente mística y nos enseña a:
• Esforzarnos por mantener presente en la conciencia nuestro destino de unión con lo
divino
• Esforzarnos a mantener presente en nuestra conciencia la intención de amar a todas las
almas
• Trabajar para desarrollar la actitud que dimensiona los problemas propios dentro de la
realidad de los problemas mundiales y ajenos. ¿Qué significan mi dolor, mi necesidad,
mis deseos, dentro de la realidad que vive la humanidad?
• Trabajar sobre la coherencia entre lo que creemos y pensamos y la vida que llevamos
• Trabajar en la concreción en nuestra propia vida de lo que deseamos realizar en lo
exterior. El esfuerzo de tratar de cambiar a los demás, a la sociedad y al mundo es vano
si no hacemos, primero, la labor de producir ese cambio en nosotros. Si deseamos vivir
en una sociedad ordenada, necesitamos ordenar nuestras vidas; si queremos ser
respetados, tenemos que respetar; si queremos que nos consideren personas de bien,
tenemos que adoptar y seguir una conducta recta y respetuosa de la libertad de los
demás.
• Trabajar para plasmar en el mundo, a través de la expresión auténtica de nuestro ser
integral y de nuestro grado de egoencia, la obra mística y trascendente de Cafh.
Esta enseñanza da a Cafh y a sus miembros la posibilidad de responder al surgimiento de una
futura religión universal.
Porque no la hemos realizado todavía, no podemos definir qué entendemos por religión
universal; nuestra concepción de la religión universal es más bien un ideal, una proyección
basada en nuestros mejores anhelos. Sin embargo, podemos mencionar las actitudes, los puntos
de vista, las acciones que intuimos pueden llevarnos a crear la religión universal que nos una a
todos los seres humanos en el cumplimiento de la Idea Madre. A nivel de actitudes podemos
mencionar apertura a la diversidad, a lo universal, a aprender, a escuchar. Como puntos de
vista, podemos mencionar la ecuanimidad y la objetividad en el análisis de los hechos sociales
y personales. Respecto de las acciones, podemos dar como ejemplo general el llevar a cabo en
nuestra propia vida la forma de vida que creemos la sociedad y cada individuo tendría que
adoptar para alcanzar paz y bienestar.
Con muy pequeños cambios podemos realizar grandes cambios. Con un número reducido de
personas que amplíen significativamente su estado de conciencia, innumerables seres humanos
comprenderán y vivirán con más amplitud y conciencia. Las grandes transformaciones son el
resultado de la determinación, el cambio y la expansión de la conciencia de individuos. Esto
nos abre una inmensa gama de posibilidades y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad. Si
no yo, ¿quién? Si no ahora, ¿cuándo? Si yo no sé cómo, ¿quién creo que sabe? Si creo que
nadie sabe más que yo, ¿qué puedo pretender que otros hagan?
La Idea Madre nos habla a cada uno de nosotros al oído y es responsabilidad de cada uno
responder a la vocación que nos impulsa a realizarla. Los Iniciados Solares, los Lunares y los
del Fuego pueden guiarnos, ayudarnos, iluminarnos, pero solamente cada uno de nosotros
puede cumplir la labor única, irrepetible, que le compete.