Nuestra alma anhela la unión divina. Bajo diferentes nombres y movidos por inquietudes
diversas, el deseo de realizar nuestro destino, de encontrar el sentido de nuestras vidas y de
unirnos a todas las almas subyace en nuestro corazón.
Sin embargo, este anhelo no es suficiente para que podamos lograr la unión con la Divina
Madre. Entre el anhelo y su realización se interponen nuestra ignorancia, nuestras ataduras y
todos los deseos que son contrarios a este anhelo.
Necesitamos medios que nos ayuden a entrar en el proceso de liberación espiritual y así
concretar nuestra aspiración.
La unión substancial con la Divina Madre implica un proceso. Cuando los Maestros nos dicen
que lograremos la unión al alcanzar el fin del camino espiritual y liberarnos, nos indican
precisamente que hay un camino a recorrer para que nuestra unión con la Divina Madre sea
permanente; este camino presupone diferentes grados de unión, con diferentes matices de
percepción de este proceso por nuestra parte.
La unión con la Divina Madre comienza a hacerse evidente en nuestra alma cuando nuestro
deseo de liberación nos lleva al camino espiritual. La Divina Madre mora esencialmente en
nuestra alma, pero se expresa en forma expansiva y evidente para nosotros cuando despierta
nuestra vocación.
Desde el momento de nuestro ingreso a Cafh, al responder a la vocación, experimentamos la
seguridad de la presencia de la Divina Madre en nuestra alma. Quizá no llamemos Divina
Madre a esta presencia; quizá la llamemos amor, paz, consuelo o quizá solamente sintamos una
gran fuerza que nos susurra que nuestra vida está asentada en base sólida. De acuerdo con
nuestras experiencias previas y con nuestro modo de entender nuestra vocación, quizá
percibamos esa presencia como una certeza de nuestro destino, o como una seguridad en los
pasos que hemos de dar, o como un anhelo ferviente de no quitar nuestra atención del proceso
que nos mueve a responder a la vocación.
Cafh nos da los medios para liberarnos: nos ofrece sus dones para transitar el camino de
desenvolvimiento; nos abre las puertas de la reunión de almas, lo que, por participación,
multiplica nuestras fuerzas y expande nuestra comprensión; nos ofrece la Enseñanza, el Método
y el consejo espiritual para que tengamos un marco donde asentar, dimensionar y actualizar
nuestras comprensiones y profundizar nuestros interrogantes.
Con estos medios está en nosotros recorrer el camino, ofrendar todo a esta búsqueda de lo
divino en nuestra alma. No tenemos respuestas hechas; no tenemos dogmas que nos aseguran
cuál es el sentido de la vida ni tenemos que seguir un camino ya transitado por otros. La
reunión de almas de Cafh nos proporciona una posible hoja de ruta, nos da pistas para evitar
caídas, nos asiste en las dificultades y nos alienta en el esfuerzo de avanzar en nuestro camino.
También se nutre de nuestra experiencia ya que, cuanto más recibimos más nos
comprometemos a dar.
Dediquémonos ahora a describir brevemente por qué llamamos a la unión con la Divina Madre
substancial.
La unión con la Divina Madre es substancial porque es integral; es unión sensible, unión
anímica y unión de espíritu.
Nuestro contacto con los Dones de Cafh nos lleva a la unión sensible, que actúa sobre nuestro
cuerpo y nuestro magnetismo espiritual, produciéndonos un sentimiento de liberación. Este
contacto con los Dones de Cafh en un principio es pasivo; somos receptores de bienes
espirituales más que participantes activos en nuestro desenvolvimiento. Este contacto, aunque
pasivo, nos sensibiliza y paulatinamente nos aleja de lo que perjudica nuestro
desenvolvimiento. Es como si el contacto con los Dones de Cafh fuera refinando nuestra
sensibilidad y nuestra percepción y fuéramos eligiendo experimentar lo que coadyuva a nuestro
desenvolvimiento.
Aunque no comprendamos la naturaleza de la liberación que se produce al apartarnos, aunque
más no sea esporádicamente, de lo que va en detrimento de nuestro desenvolvimiento, la
experimentamos a través de un estado de quietud y de expansión crecientes. Este proceso libera
nuestras fuerzas energéticas y produce la transmutación de nuestro cuerpo y nuestro
magnetismo. Según nuestra enseñanza, a través de este proceso paulatinamente formamos el
Cuerpo de Fuego y la unión sensible se hace evidente en nuestras vidas.
Sin embargo, la unión sensible es solamente un aspecto de la unión con la Divina Madre; nos
da paulatinamente el Cuerpo de Fuego pero no nos libera de nuestros hábitos
contraproducentes, de la tendencia a condicionar nuestros esfuerzos a cómo definimos qué es
éxito y qué es fracaso ni tampoco de lo que es aún más negativo: el deseo de convertir en
ganancia personal los beneficios que generamos a través de nuestro contacto con la Gran
Corriente.
Para no malograr lo que ya realizamos ni limitar las posibilidades de nuestro desenvolvimiento,
necesitamos profundizar nuestra ofrenda y ampliar el campo de nuestro trabajo espiritual a
través de la unión anímica.
Comprender cómo se produce la unión anímica con la Divina Madre presupone profundizar en
el concepto de libertad. ¿Por qué decimos esto?
Trataremos de definir, aunque más no sea someramente, qué es libertad dentro del proceso que
lleva a la unión con la Divina Madre.
Generalmente pensamos que somos libres cuando ni personas ni situaciones nos obligan a
actuar, sentir o pensar de una determinada forma. Raramente pensamos en nosotros mismos
como agentes que pueden coartar nuestra libertad.
Sin embargo, dentro del proceso de desenvolvimiento que lleva a la unión con la Divina Madre,
el foco primario de atención respecto de nuestras posibilidades de ejercer nuestra libertad
somos nosotros mismos.
Según el diccionario, libertad es la facultad natural que tiene el ser humano de obrar de una
manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Sin embargo, esta
facultad natural no garantiza que seamos verdaderamente libres de actuar de acuerdo con
nuestra conciencia. Podría ser que actuemos movidos por pasiones, deseos o ignorancia y que
implícitamente asumamos responsabilidades que no queremos asumir o provoquemos
situaciones que no podemos manejar.
Podría ser que el ejercicio de la libertad se tornara en una red de causas y efectos sobre la cual
no tenemos control y manejara nuestra vida con hilos invisibles para nosotros y, posiblemente,
con resultados dolorosos.
¿Cómo precavernos de caer en el laberinto creado por el ejercicio de la libertad sin conciencia
de las responsabilidades que ese ejercicio implica?
Desde el punto de vista de nuestros estados de conciencia habituales, las limitaciones a nuestra
libertad se nos presentan como situaciones penosas, de pérdida de derechos que consideramos
nos corresponden. Es muy fácil caer en la falacia de pensar que si lo puedo hacer, pensar o
sentir está bien que así lo haga, piense o sienta. El poder hacer y el tener derecho a hacer,
dentro de nuestra comprensión, muchas veces tienen límites muy borrosos.
Dentro de este esquema, la renuncia, el autodominio y el esfuerzo para desenvolvernos,
representan despojos que no siempre estamos dispuestos a aceptar. Pasan muchos años, y quizá
una vida, para que estas actitudes sean comprendidas y transmutadas totalmente. La
ambivalencia creada por dos actitudes irreconciliables tales como querer desenvolvernos y
continuar con el ejercicio de una libertad sin coto cierto, es la causa de muchas desazones.
Cuando somos ambivalentes, así como nos esforzamos en el camino espiritual, así también
solemos trabajar para lograr objetivos antagónicos y, a pesar de poder experimentar conquistas
positivas a nivel personal, creamos nuevas ataduras, nuevos sufrimientos y contrariedades. La
Ley de Predestinación Consecutiva nos ata cada vez más a sus redes inexorables de causa y
efecto.
Dentro del proceso de unión con la Divina Madre, los conceptos libertad y responsabilidad
están íntimamente unidos a los conceptos de autodominio, autocontrol y límite a nuestro
accionar. Es decir, paradójicamente, para ser verdaderamente libres de actuar y para producir
frutos de bien tal cual esperamos sea el resultado de nuestros actos, necesitamos conocer qué
nos mueve, cómo pensamos, a dónde queremos llegar, qué consecuencias trae cada uno de
nuestros actos, y tener suficiente autodominio como para actuar de acuerdo con ese
conocimiento.
Es por ello que el supremo bien, la unión con la Divina Madre, presupone andar un camino de
un gran compromiso con nosotros mismos, de un actuar recto, una conducta regida por el
autodominio, un trabajo sobre nuestra alma que la aparte de lo que no condice con su
naturaleza y su destino. En otras palabras, presupone que podamos ejercer nuestra libertad con
conciencia y autodominio.
La unión sensible —la participación a los Dones de Cafh— ha de ser acompañada por la unión
anímica —el trabajo ascético-místico perseverante sobre nuestra mente y nuestros
sentimientos—.
La práctica de la Ascética de la Renuncia produce en nuestra alma un estado de renuncia. En
otros términos, comprendemos las leyes cósmicas que nos rigen —Ley de Predestinación
Consecutiva y Ley Arbitral de Posibilidades— y actuamos en consecuencia. Lo que hacemos
pensamos y sentimos está en armonía con nuestro fin de unión con la Divina Madre. Este
proceso nos lleva a la unión anímica.
La participación a los Dones de Cafh —la unión sensible— y la práctica de la Ascética de la
Renuncia —la unión anímica—, nos capacitan para pasar de un estado compuesto, formado por
sentimientos y pensamientos contradictorios, a un estado simple y armónico. En otras palabras,
liberamos nuestra mente y nuestro corazón de lo que no condice con nuestros objetivos de
desenvolvimiento. El autodominio nos permite dedicar nuestras fuerzas, nuestra energía,
nuestro tiempo a nuestro fin de unión con la Divina Madre. Poder trabajar en este proceso
representa el ejercicio de nuestra verdadera libertad.
La unión de espíritu es el tercer aspecto de la unión substancial con la Divina Madre.
La unión de espíritu es la consecuencia de la reserva de energías producida por la unión
sensible y la unión anímica, reserva dedicada al cumplimiento de la Gran Obra.
La unión de espíritu es la entrega de todos nuestros esfuerzos a la realización de la Gran Obra.
Para nosotros, miembros de Cafh, es la vivencia de la mística del corazón para lograr la unión
con la Divina Madre.
La Unión Substancial con la Divina Madre se expresa en un estado de conciencia simple,
genuino y expansivo.
Dedicar nuestra energía al cumplimiento de la Gran Obra presupone, en términos prácticos, la
renuncia sistemática a través del autodominio para que nuestra mente, nuestros sentimientos y
nuestro actuar estén centrados en objetivos armónicos con nuestro fin de unión con la Divina
Madre y para que nuestro intelecto y la capacitación que podamos lograr pasen de ser una
posesión personal a ser un bien universal.
Desde el punto de vista operativo, la unión substancial con la Divina Madre es acción recta,
pensamiento incluyente y sentimiento expansivo.
¿Cómo podríamos hablar de unión substancial con la Divina Madre si no practicáramos la
generosidad y la participación, si no tuviéramos como objetivo hacer nuestra conducta
consecuente con la participación con todas las almas?
Podríamos hacernos algunas preguntas a nivel personal:
Actitudes como prejuicios, egoísmo, indiferencia, falta de interés por saber, ¿las puedo sostener
con “yo soy así” o son más bien campo fértil de mi trabajo interior? Cuando tengo
contrariedades y las cosas no salen como me gustan, ¿busco culpables o hago introspección y
auto-evaluación para comprender a dónde me llevan las consecuencias de mis actos,
pensamientos y sentimientos? Cuando siento que no me comprenden, ¿culpo a los demás o
trato de penetrar en la perspectiva de ellos? Cuando siento que me falta algún bien material que
me haría feliz, ¿me siento privado/a de un derecho que me corresponde o miro hacia los que
necesitan de mí y los ayudo a conseguir lo indispensable? Cuando observo conducta
inconsecuente en alguien, ¿uso esa percepción para acusar y criticar o para ayudar con el buen
ejemplo y la auto-observación?
Según como contestemos estas preguntas y muchas otras que podemos hacernos, será nuestra
posibilidad de comprender cómo ejercer nuestro libre albedrío para poder caminar con paso
seguro hacia la unión con la Divina Madre.
Los Votos de Silencio y de Fidelidad nos dan la luz que podemos necesitar a este respecto. El
Voto de Silencio crea el ámbito de silencio fértil a la voz de la Divina Madre. El Voto de
Fidelidad nos proporciona el alimento espiritual necesario, pues nos hace ampliamente
receptivos a los Dones de Cafh y activos en el camino hacia la unión substancial con la Divina
Madre.